martes, 4 de febrero de 2014

PAULA EN LA ALHAMBRA



CAPÍTULO I 

Aquella mañana de domingo, Paula madrugó más de lo normal, levantándose mucho antes que sus padres, pues tenían previsto ir a la Alhambra. Como era habitual en ella, hizo su cama y ordenó el dormitorio, mientras su perro Jimmy seguía durmiendo en su alfombrilla.
Cuando finalizó aquella tarea que tan poco le agradaba, salió a la pequeña terraza que había junto al salón para sentarse en su rincón favorito y ver como amanecía. Desde allí podía ver todas las mañanas el revolotear de una pareja de mirlos, que se entretenían en un olivar cercano comiendo aceitunas de tonalidades oscuras. También veía como la neblina que envolvía los campos se iba deshaciendo paulatinamente, para que surgiera como por hechizo la silueta de Sierra Nevada al fondo y la ciudad de Granada en la lejanía.
De aquel conjunto de vistas, la que siempre más le había llamado la atención era la de la Alhambra, que se podía imaginar confinada en su bosque y con la Torre de la Vela como estandarte.
Paula nunca hasta ahora había visitado la Alhambra, aunque su padre le había contado bellas e increíbles leyendas sobre ella. Así conoció la historia de “La Torre de los Siete Suelos”, en la que se decía que un fantasma habitaba aquella torre desde el tiempo de los moros, y que guardaba los tesoros del rey Boabdil. Aquel fantasma, de vez en cuando le gustaba abandonar su escondrijo y salir a medianoche a recorrer las alamedas de la Alhambra y las calles de Granada bajo la forma de un hermoso caballo perseguido por seis perros aulladores.
A Paula le gustaba imaginar historias sobre princesas encantadas y príncipes apasionados, aunque su heroína favorita era Zoraida, la rosa de la Alhambra, una joven cristiana que había sido hecha prisionera por los musulmanes y que llegó a ser la esposa de un rey moro.
En esos pensamientos estaba cuando su madre la llamó para que desayunase y vistiera, pues era la hora de ir a realizar la visita que tenían prevista a la Alhambra.


CAPÍTULO II

Cuando Paula y su familia llegaron hasta el Cerro Rojo, lo primero que vieron fueron los bellísimos jardines de El Generalife y mientras paseaban por ellos, su padre le fue contando la historia de éstos.
-Estos jardines se encuentran situados en el “Cerro del Sol” y en tiempo de los musulmanes servían de casa de recreo para los reyes granadinos. Aunque de sus parajes más antiguos tan sólo quedan algunos restos.
Mientras caminaban por un sendero bordeado de cipreses, Paula no sólo escuchaba el trinar de cientos de gorriones que revoloteaban entre los árboles, sino que además, podía percibir el aroma de los jazmines en flor y de las hermosísimas rosas que conformaban multitud de setos.
También se asombró la niña de la multitud de canalitos por los que transcurría el agua de un modo sereno, proporcionando frescor y quietud al ambiente.
Inesperadamente un pequeño aljibe, con multitud de carpas rojas viviendo entre nenúfares y algas la sorprendió, mientras se aproximaban al Patio de la Acequia.
-Este es el lugar más importante del Generalife –le decía su padre, mientras se situaban bajo el amparo de una galería con multitud de arcos-. A través de su corazón surge un canal que transporta sus aguas para convertirlas en traviesos surtidores que nos alegran los sentidos.
Paula se sintió hipnotizada ante tan bella perspectiva y deshaciéndose de la mano de su madre que tomaba fotos, empezó a corretear por entre los setos de arrayán, rosales y naranjos.
Así llegaron hasta la Torre de Ismaíl, desde cuyo interior observaron unas hermosísimas vistas de la Alhambra, la ciudad, el Albaycín y el Sacromonte. Para a continuación dirigirse al Patio de los Cipreses, un lugar encantador e sorprendente, donde Paula pudo recrearse de nuevo mirando las aguas del estanque rodeado de islotes de extraña vegetación.
Pero a Paula lo que más le gustó fue un viejo ciprés que ocultaba una vieja historia de amor entre una princesa mora y un noble abencerraje.


CAPÍTULO III

Tras haber visitado los Jardines del Generalife, Paula y su familia recorrieron parte de las murallas que envuelven la Alhambra. Así pudo comprobar, que durante la antigüedad ésta era una pequeña ciudad totalmente fortificada, y que las murallas tenían una función defensiva contra posibles enemigos.
De igual forma se fijó en las diferentes torres que rodeaban la fortaleza, mientras su padre le contaba la historia de cada una.
-Esta torre se llama de los Siete Suelos. Y dicen las leyendas, que por su puerta salió Boabdil con la intención de entregar las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos. Cuando lo hizo, les pidió que tuvieran a bien de cerrarla para siempre y que nadie más pudiera entrar o salir por ella.
Así llegaron hasta un bosquecillo de viejos árboles, donde bebieron agua de una fuentecilla, descansaron durante algunos instante, y tomaron unas galletas acompañadas de unos batidos de chocolate que llevaban en las mochilas.
Cuando reemprendieron la marcha lo hicieron a través de un lindo caminito rodeado de plantas montaraces de verdes tonalidades, que los fue acercando hasta el Pilar de Carlos V y a la Puerta de la Justicia, una de las cuatro entradas que unían a la Alhambra con la ciudad de Granada.
Paula nada más verla se fijó en el gran arco situado en la fachada con forma de herradura y en una mano tallada que había un poco más abajo de las almenas.
-Como verás la Puerta de la Justicia se encuentra muy bien decorada –le explicaba su padre- y es de gran hermosura, sobretodo el arco de herradura que abre el acceso hacia la Alhambra.
>>En las construcciones árabes se utilizaban mucho los arcos para decorar sus puertas y ventanas, denominándose de herradura por imitar a éstas.
>>Aunque sé, que a ti lo que más te ha llamado la atención es la mano tallada, que según cuenta la leyenda servía para pedir “el mal de ojo”, pero que en realidad es un signo religioso. También se dice que la persona que logre tocarla, desde el suelo, se le dará la Alhambra.
Paula se encontraba embelesada con todo lo que estaba viendo y sin esperar a sus padres corrió hacia la entrada de la puerta, introduciéndose en su interior. Cual no sería su sorpresa cuando observó que el pasillo había sido construido en forma de zigzag.
-Esta forma de edificación se denomina de recodo –le indicaba su padre que la había alcanzado, tras darse una carrera- y se llevaba a cabo para dificultar la entrada de los enemigos.
Entonces Paula se puso a fantasear como era su costumbre, imaginándose la Alhambra en el pasado, a las personas vistiendo con ropajes de vivos colores, a los caballos resoplando por el esfuerzo de llevar a sus jinetes por un lugar tan empinado y los rebaños de cabras abriéndose paso por en medio de los carromatos.
Fue en ese instante cuando una neblina densa surgió de entre los muros de la Puerta de la Justicia, envolviendo a Paula y transportándola al pasado. 


CAPÍTULO IV

Cuando la bruma desapareció, Paula se encontraba sentada en un banquito cercano al palacio de Mexuar, desde donde se veía la imponente Torre de la Vela y más al fondo el barrio del Albaycín, con sus mezquitas, cármenes y jardines entrelazados los unos con los otros.
Paula desconocía como había llegado hasta allí, pero no sentía ni miedo ni angustia. Aquel entorno le proporcionaba seguridad y alegría.
Mientras esto ocurría, una cálida voz de mujer le hizo volver a la realidad.
-¡Hola Paula! Soy la reina Zoraida y me gustaría ser tu amiga y poder enseñarte la Alhambra. Pero antes de hacerlo, sígueme hasta aquel bazar, pues me encantaría regalarte un vestido.
Cuando Paula cambió su indumentaria vaquera por un vestido de seda y satén, Zoraida la tomó de la mano y como si dos amigas se tratasen dirigieron en dirección al Palacio de Comares, que era la residencia oficial del sultán y de su familia.
Lo hicieron a través del Mexuar, que era el palacio que utilizaba el rey para desempeñar su trabajo. La sala principal del Mexuar disponía de un patio cubierto y de una segunda planta con celosías, desde donde el rey podía observar sin ser visto.
-Sígueme y no hagas ruido –le dijo Zoraida a Paula-, no me gustaría tener que darles explicaciones de tu presencia al rey, mi marido.
>>Ven, salgamos al patio del Mexuar que nos conducirá hacia el Palacio de Comares. Mi casa.
El Palacio de Comares era el lugar más representativo de la Alhambra y entre sus dependencias contaba con estancias tan significativas como el Patio de los Arrayanes, la Torre de Comares y la Sala de Embajadores. Era como decía Zoraida la residencia oficial de los monarcas y por esto se encontraba bellamente decorada.
Zoraida era conocida en la corte, no sólo por su belleza que era mucha, sino además por su simpatía y bondad para con todos aquellos que la rozaban íntimamente. Paula desde un primer momento se dio cuenta de ello y a los pocos minutos, ya trataba a la reina como si fuera su más íntima amiga. Por ello, le pidió que la invitara a desayunar.
-Estaré encantada de hacerlo –le indicó Zoraida-, pero quiero que lo hagamos en el Patio de los Arrayanes, uno de mis lugares preferidos de la Alhambra.
Así, se dirigieron hasta ese lugar, y Paula al verlo se emocionó, pues realmente era un lugar de una belleza sin igual, en el que destacaba dos pilas de mármol que vertían sus aguas a una majestuosa alberca.
Zoraida llevó a Paula hasta el Pórtico de los Siete Arcos, donde unos criados ricamente ataviados les habían preparado una mesita con mil pastelillos, frutos secos, confituras, miel y leche.
La reina indicó a Paula que se sentara en unos almohadones labrados en seda de vivos colores y tomara lo que más le apeteciera. Mientras lo hacía, Zoraida le contó a su joven amiga que antes de vivir en la Alhambra y de ser reina, había vivido en Loja, siendo la hija del alcaide de la fortaleza.
-Mi nombre cristiano era de Isabel de Solís y fui hecha prisionera por los moros, cuando éstos intentaban conquistar la villa de Loja. No lo consiguieron, pero si lograron hacerse con muchas riquezas y cautivos, uno de ellos fui yo.
>>Lo cierto es que un día, mi señor Mohamed visitó las mazmorras donde estábamos confinados los prisioneros, y al verme se enamoró de mí, llevándome a su propio palacio donde fui tratada como la más ilustre huésped, se me proporcionaron las mejores habitaciones y los más ricos vestidos. Para semanas más tarde contraer matrimonio con mi señor el rey.


CAPÍTULO V

Una vez finalizaron el desayuno, Paula y Zoraida atravesaron el patio caminando muy lentamente disfrutando del murmullo del viento, de la armonía que envolvía el entorno y de los reflejos del agua en la superficie de la alberca. A la vez que nuestra amiga observaba a los grandes macizos de arrayanes de flores blancas situados a ambos lados del estanque.
De este modo llegaron hasta el Salón de Embajadores, situado en el interior de la Torre de Comares.
-En este lugar –le explicaba Zoraida a Paula, que estaba algo sorprendida por la grandeza de la estancia- el sultán celebra sus reuniones más importantes con los embajadores de otros países.
>>Mi querida niña, estas paredes tan ricamente engalanas, han escuchado a lo largo de los tiempos muchas declaraciones de paz y de guerra. Además, el sultán sentado en su alcoba real ha llevado a cabo los proyectos más importantes para la prosperidad del Reino de Granada.
Pero a Paula, lo que más le encantó del Salón de Embajadores fue la cúpula del techo, donde se recreaban miles de figuras en forma de estrella, que intentaban representar el propio cielo, y la habitación real decorada muy ricamente.
Una vez dejaron el Salón de Embajadores, Zoraida condujo a Paula a través de un pasadizo que terminaba en una escalera que llevaba hasta el dormitorio de invierno de los reyes y a la azotea de la torre, desde donde vieron el río Darro, el barrio del Albaycín y varios torreones con nombres tan sugerentes como: de los Picos, del Cadí, de la Cautiva y de las Infantas.
-Ahora, querida Paula, vas a conocer uno de mis lugares favoritos del Palacio, son los Baños, un lugar fascinante y que te estoy segura que te agradará.
Al llegar, una sirviente las aguardaba en la puerta de entrada, para conducirlas hasta un aposento donde se desvistieron y fueron conducidas hasta un estanque interior donde recibieron un baño de agua caliente y perfumada, a la vez que eran agasajadas con un zumo de uva y miel.


CAPÍTULO VI

Era algo más de mediodía cuando llegaron al Palacio de los Leones, y Paula tuvo ocasión de conocer el lugar más extraordinario, armonioso y bello que nadie nunca hubiera podido imaginar: el Patio de los Leones.
-Querida Paula, si en el mundo existe un lugar en el que el cielo se una con la tierra, es éste –le expresó Zoraida con mucha emoción-. El Patio de los Leones fue mandado a construir para que pudiéramos disfrutarlo a través de todos nuestros sentidos.
>>Escucha el agua y oirás como sus fuentes y canales parecen regocijarse ofreciéndonos melodiosas notas musicales. O bien, mira las hermosísimas flores de mil tonalidades que parecen acariciar con sus pétalos el blanco mármol de las columnas, que fingen ser un delicado bosque de palmeras de distintas formas. Porque Paula, cada columna de las que estás viendo es diferente, aunque no lo parezca, a las demás.
>>Al igual que el aroma de las flores, que parecen despertarnos el sentido del olfato con sus delicados y variados aromas.
Así llegaron hasta la fuente que estaba protegida por doce leones tallados en mármol y ricamente policromada en tonalidades doradas.
-La construcción de esta fuente –seguía refiriendo Zoraida a Paula, mientras ésta acariciaba la cabeza de uno de los leones, que no dejaba de echar agua- se inspiró en otra similar, según cuenta la Biblia, que hubo a la entrada del Templo de Jerusalén y que se llamaba “Mar de Bronce”, sólo que en vez de estar sostenida por leones lo estaba por toros.
A continuación Paula, sin dejar descansar a la reina, se introdujo en uno de los aposentos inmediatos al patio, lo hizo siguiendo la trayectoria del agua a través de un pequeño canalito. El lugar al que llegó era la Sala de los Abencerrajes, que según contaba la historia había servido como escenario para que fueran degollados los caballeros de la tribu de los Abencerrajes.
Paula se asustó mucho mientras oía la historia, entonces Zoraida con cierto desparpajo cambió de tema, diciéndole:
-No te creas todas las historias que se cuentan sobre la Alhambra, la mayoría de ellas son leyendas inventadas por los trovadores para poder ganarse la vida narrándolas a los inocentes.
>>En lo que sí debes fijarte es en la impresionante cúpula de la estancia en forma de estrella de ocho puntas que representa al Universo, girando sobre la Tierra.
Mientras tanto, ambas jóvenes caminaban de la mano, como dos íntimas amigas, atravesando pórticos y soportales. Así alcanzaron la Sala de los Reyes, que era de grandes dimensiones y que en aquel momento se encontraba solitaria.
-Esta es la estancia más sobresaliente del Palacio de los Leones –seguía informando Zoraida a Paula- , siendo el lugar utilizado por el rey para mantener tertulias con sus amistades y llevar a cabo fiestas privadas. Dispone de varias habitaciones que se utilizan para el descanso del rey o de sus invitados.
Paula en su curiosidad las visitó una a una, encontrando sobre las paredes bellas pinturas que representaban escenas de una cacería o una reunión de amigos.


CAPÍTULO VII

Una vez abandonaron la Sala de los Reyes, Zoraida quiso mostrarle a Paula otra de las estancias importantes del palacio, se trataba de la Sala de las Dos Hermanas, que era de idénticas formas a la anteriormente visitada, disponiendo de dos coquetas alcobas con sus respectivas camas y pinturas representativas.
Pero sería, nuevamente, la bella cúpula central el motivo que más conmovería a Paula. En esta ocasión mostraba una estrella que se multiplica formando más de cinco pequeñas piezas en forma de prisma.
-El nombre de Sala de dos Hermanas –le refería una vez más Zoraida a Paula-, le fue impuesto por una cita coránica, aunque la tradición dice que fue a causa de las dos losas de mármol que ajustan la fuentecilla.
Paula se hallaba exultante por la experiencia que estaba viviendo o quizá soñando, por lo que se acercó hasta Zoraida y la abrazó con mucha ternura.
-Gracias Zoraida, nunca podré olvidar este día tan maravilloso que me estás ofreciendo. Pero me gustaría volver con mis padres, pues ya empiezo a echarles de menos.
-No te inquietes mi querida niña, todo llegará en su momento, pues antes desearía que conocieras a mis tres mayores tesoros.
Motivo por el que se dirigieron hacia las murallas, y tras caminar largo rato entre jardines, senderos empedrados y bosquecillos de árboles llegaron hasta la puerta de un coqueto torreón-palacio.
Después de pasar a través de un pasadizo que las condujo hasta una preciosa sala en forma de patio y decorada con bellos motivos, subieron a la primera planta. Y cual no sería la sorpresa de Paula cuando vio a tres lindas niñitas de cabello castaño y ojos de color miel, que se entretenían amueblando un palacio con la forma de la Alhambra.
-Mira Paula, estas niñas son mis tres tesoros, mis hijitas las princesas Zaida, Zoraida y Zorhaida, quería que las conocieras antes de que te marcharas.
>>La mayor es Zaida, nació tres minutos antes que su hermana –le decía mientras tomaba a la princesita entre sus brazos-, es muy traviesa y ama la lectura.
>>La segunda se llama Zoraida y es muy presumida, disfrutando contemplarse durante largas horas al espejo o en las aguas de los estanques de palacio. Por último, mi niña Zorahida, la más pequeña, que es tímida y amante de los pájaros, las flores y la música. Ellas son mis tres tesoros, cada una diferente y muy amada por mí.
>>Bueno Paula, ahora si ha llegado el instante en que hemos de despedirnos. Pero antes desearía hacerte un regalo para que jamás me olvides. ¡Acompáñame!
Paula no dijo nada, y siguió a Zoraida hasta un jardín cercano. Entonces silbó suavemente y una perra de color canela seguida de su cachorro le salió a su encuentro.
-Es Sabana, mi perra favorita, uno de los regalos que me hizo el rey cuando nacieron las niñas. Yo quisiera obsequiarte con su hija, que también se llama Sabana, te traerá suerte.
Inmediatamente Zoraida condujo a Paula junto a un ciprés que se alzaba en solitario, la abrazó suavemente y le ordenó que cerrase los ojos.
-Cuando los vuelvas a abrir estarás junto a tus padres.
Y así fue. Cuando abrió nuevamente los ojos se encontraba a la salida de la Torre de la Justicia, mientras sus padres intentaban hacerle una fotografía.
-¡Mira Paula!, que cachorrito tienes junto a ti. Seguro que está perdido.
-No lo creo papá, se llama Sabana y es nuestra nueva perra.

1 comentario:

  1. Un cuento precioso, muy fácil trasladarse a esos parajes mientras lo estaba leyendo. Me ha encantado.

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