martes, 29 de abril de 2014

1.- ROMANCERO GITANO

Para aquellos que deseen iniciarse en la lectura del Romancero Gitano de Federico García Lorca, los invito a que me acompañen en esta sección que voy a iniciar en mi blog. Empezaré estudiando y analizando el poema del Romance de la luna, luna.
Para ello extraeré los primeros ocho versos:

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

De lo primero que me doy cuenta es que es de noche y que la trama transcurre en una fragua, el taller típico de un herrero que normalmente posee un fogón. En ella, se encuentra un niño que no hace otra cosa que mirar fijamente la llegada de la luna, lo hace totalmente abstraído como si el mundo acabara de detenerse.
Federico nos describe una luna muy particular, pero a la vez muy propia de esa fantasía que lo caracteriza. Así, la imagina vestida con un polisón de nardos. El polisón es una prenda femenina consistente en una epecie de armazón que las mujeres ataban a la cintura para dar sensación de tener un talle esbelto. En esta circunstancia Federico emplea el polisón de nardos como una metáfora, pues alegoricamente los nardos simbolizan la blancura y la luminosidad de la luna.
También es interesante observar el inicio del poema, Federico emplea para hablar de la llegada de la luna el verbo venir, aunque lo normal hubiera sido decir “fue”, pero no era esa la idea del poeta. Él deseaba encontrarse implícitamente como coprotagonista del poema, anhelaba conocer las sensaciones que surgieran de primera mano. 
En cuanto a la repetición de la palabra “la mira, mira”, llena el verso de un aureola de ingenuidad infantil, a la par que refuerza la perífrasis (recurso) que viene a continuación: la está mirando.
De todos es conocido que para Federico la luna es una alegoría a la muerte, aunque en estos primeros versos nada tienen que ver con ella. Es una luna bella, engalanada, seductora y sensual que muestra unos “senos de duro estaño”.
 Continuamos analizando:
– Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
– Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
– Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
– Niño déjame, no pises
mi blancor almidonado.


Estos ocho versos son un mano a mano totalmente equilibrado entre el niño y la luna, en donde se advierte un drama inmediato a manos de los gitanos.
Niño:
-Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Los collares y anillos blancos a que alude el niño, son símbolos lorquianos de circularidad que aluden a la muerte.
Luna:
...te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Los ojillos cerrados, expresado por la luna, muestran la indefensión y desvalidez del niño que próximamente va a morir.
En la lejanía se escucha el galopar de los caballos y el niño advierte a la luna para que se marche. Para Federico los caballos simbolizan, en todos sus poemas, lo masculino y lo sexual.
La luna de un modo distante le responde al niño:
-Niño déjame no pises
mi blancor almidonado.
El blancor almidonado posee una gran densidad retórica, en donde se mezcla los elementos visuales y táctiles se unen.
A partir del verso 21 se observa el desenlace del poema:
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.






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