domingo, 4 de mayo de 2014

LAS CENIZAS DE POMPEYA

Algo de Historia
Se desconoce el origen de los primeros pobladores de Pompeya, los vestigios más antiguos encontrados en la ciudad son del siglo IX a C. Aunque, según la versión de los expertos, la ciudad debió existir desde el siglo VII a C. y estar habitada por los oscos, pueblo de la Italia central. Posteriormente, serían los griegos quienes poblarían la zona constituyendo numerosas colonias. A la par, el pueblo etrusco se instalaría en la región lidiando con los helenos por el control del lugar. Ya en el siglo V a C. los samnitas, un pueblo de habla osca, conquistaron la región, período en que Pompeya se hallaba desocupada como lo demuestra la falta de materiales arqueológicos encontrados.
En el siglo IV a C. la ciudad comenzó a germinar con las formas actuales, los gobernantes aplicaron la arquitectura propia y extendieron la ciudad.
Pompeya intervino, junto con el resto de las ciudades que conformaban la Campania, en la guerra llevada a cabo contra Roma en el año 80 a C., perdiendo la contienda y convirtiéndose en colonia romana. Esta circunstancia favoreció a la ciudad, transformándose en un importante enclave de paso de mercancías provenientes de otras regiones y que eran enviadas a Roma a través de la Vía Apia.

Pompeya siempre estuvo ligada a la actividad sísmica, produciéndose en el año 62 un terremoto que le ocasionó tremendos daños, de los que no llegaría a reponerse debido a la posterior erupción del Vesubio en el año 79 que la destruiría.





El Vesubio
Tristemente debemos al Vesubio la magnífica conservación arqueológica de Pompeya, todo el conjunto arquitectónico de la ciudad quedó intacto tras su erupción. En el instante en que los arqueólogos comenzaron a desenterrar, hallaron las casas, las tiendas, las calles y todas las edificaciones en perfecto estado, fue sorprendente ver como se iban descubriendo las viviendas con sus pinturas originales, las mansiones con sus frescos o los templos con sus mosaicos. El Vesubio detuvo el tiempo de Pompeya, sirviendo el cataclismo para que en la actualidad sepamos de primera mano la forma de vivir romana en el siglo I.
Aunque no sólo sería el volcán quien proporcionaría datos de la tragedia ocurrida en aquel verano del año 79, también lo haría Plinio el Joven en una serie de cartas enviadas al emperador Trajano, en las que relataba con todo lujo de detalles las vivencias de su tío, Plinio el Viejo, durante los últimos días de Pompeya. Así, se sabe que el Vesubio comenzó a registrar terremotos de baja intensidad los días previos a la erupción, hecho que no alarmó a los habitantes que estaban acostumbrados a este tipo de acciones. Desconocían que durante décadas, el Vesubio había acumulado en sus entrañas un gran depósito de magma, que sería el detonante de la posterior erupción.
El agua del mar se filtró en la bolsa magmática provocando una lluvia de ceniza volcánica, mientras que la lava ascendía paulatinamente. Los vecinos de Pompeya pudieron ver desde sus hogares como explotaba la superficie del volcán, fracturándose en mil pedazos y empujando la piedra pómez y los gases a una altura superior a 28 km, la energía térmica liberada por el Vesubio fue superior 100.000 veces a la bomba nuclear de Hiroshima. Aquella piedra pómez y los gases generados, al desplomarse se dispersaron en un radio superior a los 20 km a la redonda, ocasionando una lluvia mineral. Los gases tóxicos exterminaron a la mayoría de los habitantes de la ciudad, al perder el conocimiento por falta de oxigeno, mientras tanto, muchos tejados de las casas se desplomaban por el exceso de peso y los barcos enviados para la evacuación se hundían por las piedras que caían sobre ellos.
Numerosas investigaciones, realizadas en la zona, han llevado a la conclusión de que el Vesubio aunó en su erupción todos los ciclos más perniciosos y mortales de los volcanes, ocasionando la sepultura de Pompeya y Herculano, junto con sus veinte mil habitantes. En la actualidad pueden apreciarse los moldes de los cuerpos petrificados de los fallecidos, junto con los animales, sirviendo de testimonio de la angustia que se hubo de padecer.





La excavación
A finales del siglo XVII el arquitecto Domenico Fontana, encargado de la construcción de un canal que llevaría las aguas del río Sarno a Torre Annunziata, descubrió una serie de edificaciones e inscripciones relativas a Pompeya, circunstancia por la que unos años después se llevarían a cabo unas excavaciones que sacarían a la luz gran parte de las edificaciones ocultas tras la erupción del Vesubio.
En 1775 se instituyó la Accademia Ercolanese con la finalidad de estudiar el conjunto monumental de Ercolano y de Pompeya. Posteriormente, durante el reinado de José Bonaparte y Joaquín Murat se realizaron importantes trabajos de excavación en la zona, destacando la Basílica, el Foro, las Terme Minori, el Templo Della Fortuna Augusta y un gran número de viviendas. A mediados del siglo XIX se hallaron la Vía Stabiana y las Terme Stabiana. En 1860 la dirección de la excavación cayó en manos de Giuseppe Fiorelli, que tuvo la sensacional ocurrencia de realizar unos calcos que reprodujeran las formas de los hombres y animales encontrados en Pompeya durante sus últimos instantes de vida. Para ello, rellenó con yeso líquido las cavidades donde anteriormente se encontraban los cuerpos inertes de los habitantes de la ciudad. En esos años afloraron al exterior importantes villas y mansiones, figurando la Casa dei Vetty, la Casa di Menandro y la Casa di Lucrezio Frontone entre otras. En los últimos tiempos el modo de excavar se ha perfeccionado, llegándose a descubrir las tres quintas partes de la ciudad, que actualmente se muestra en todo su esplendor para aquellos que la visitan.

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