jueves, 2 de octubre de 2014

PERSONAJES ILUSTRES

Manuel Galera.
Aquella mañana de mediados de febrero hacía mucho frío en la carretera, pero los ciclistas, apiñados, recorrían en pelotón la Vega Granadina. En el grupo se gastaban bromas los unos a los otros, sabían que éstas habrían de durar pocos minutos, ya que una vez pasado el pueblo de Pinos Puente se encontrarían repentinamente con la Cuesta de Velillos, y, en ese momento, todo el humor, todo la relajación quedaría atrás y deberían centrarse en la carrera.
Entre los hombres más simpáticos del pelotón estaba Manuel Galera, un corredor del equipo “Karpis”, del que decían que tenía un gran futuro. Pedaleaba tranquilo junto a su hermano Joaquín, de vez en cuando volvía la cabeza y gastaba una broma a algún compañero.
Manuel Galera había nacido 28 años antes en Baúl, un pueblo cercano a Baza. Pero por cuestiones de trabajo del padre tuvo la familia que trasladarse a Armilla. Iba a ser un paso difícil para los Galera, en España no marchaban las cosas muy bien y había que trabajar mucho para poder sacar adelante a una familia.
Los dos hermanos Galera, desde muy jóvenes, se interesaron siempre por el deporte y así, Manuel, en sus ratos, gustaba jugar en la era con los demás niños al fútbol. En aquellos años ficharon en el equipo de los alevines del Arenas del Armilla, la máxima ilusión de cualquier niño del pueblo.
También por aquellos años dejaron los estudios por necesidades familiares, y comenzaron a trabajar. Manolo —como lo conocían en el pueblo‑ se hizo dependiente en la tienda de Pepe Aragón, y además de atender al público, debía de salir por los pueblos a comprar algunos productos del campo. Para tal actividad disponía de una bicicleta con porta equipos en la que se le veía pedalear cargado de garbanzos o tomates. El chaval no podía imaginar entonces, mientras subía la cuesta del Suspiro del Moro camino de Dúrcal, que aquel era el mejor entrenamiento que podía darle a sus músculos para años posteriores. Manolo en aquellos días, tan sólo soñaba con el fútbol y con cumplir años para así jugar con los juveniles del Arenas.
Sus fantasías un día se hicieron realidad, jugando en el Arenas como juvenil. Fueron dos temporadas inolvidables para el muchacho.
Joaquín, mientras tanto, había comprado una bicicleta de carreras al "Cocheras", un mecánico del pueblo, y con ella nació la afición al ciclismo de los Galera. Fue Joaquín quien comenzó a correr en la bicicleta primeramente, así arrastró a su hermano que se encontraba indeciso entre el fútbol y el ciclismo.
En estos años de aficionado Manuel corrió en los equipos granadinos Semar y Adelay. Era un placer verle correr. Aquel genio que lo caracterizaba y que le hacía ganar casi todas las carreras provinciales, fue decisivo para que los grandes del ciclismo se fijaran en él y lo fichasen.
Es de este modo, como un día se encontró viviendo en Durango con su hermano Joaquín, que ya era profesional del equipo Kas. Para Manuel la carrera profesional de ciclista estaba a punto de comenzar. Aunque antes habría de volver a demostrar de nuevo en el Norte de España su valía como aficionado. Y lo logró ganando cinco derbis clásicos para el equipo Kas.
En 1966, último año para Galera como aficionado, la desgracia de una caída consumó la temporada muy pronto. Corrían la Vuelta a Oviedo, el piso de la carretera se encontraba terriblemente resbaladizo por el agua, al tomar una curva, en una bajada, Manuel cayó de la bicicleta con tan mala fortuna que se rompió una vértebra. Mientras tanto, su hermano Joaquín coronaba en primer puesto la subida a Rate.
El viaje de regreso a Armilla de aquel accidente hay que recordarlo, aunque tan sólo sea en el ámbito anecdótico, pues nos daremos cuenta de lo que han cambiado los medios y las formas para el deportista de elite. Se le trasladó en una furgoneta, sin más cama que un simple colchón en el suelo. Imaginemos haciendo el mismo viaje hoy día y en las mismas condiciones al último de los gregarios de un equipo de segunda fila. Imposible concebir.
En 1967 una vez repuesto de la lesión comienza a correr de una forma profesional en el mismo equipo Kas. En ese año triunfa en el Criterium de Guecho y queda segundo clasificado en el Gran Premio de Onil.
El equipo Fagor se fija en él, fichándolo para las dos siguientes temporadas. Es en Guatemala donde logra dar un respaldo definitivo a su carrera quedando victorioso en esa vuelta (1968) como amateur.
Desde ese momento todo fue en ascenso, corrió un Tour de Francia quedando en cuadragésimo séptimo lugar, una Vuelta a Cataluña, un Gran Premio de Valencia, Vuelta a Mallorca, un Giro de Italia en el que tuvo que abandonar por una lesión de rodilla, y dos Vueltas a España ocupando quinto lugar en la del año 1971.
Las bromas y el buen humor eran constantes en su vida, en el pueblo lo recuerdan sus amistades haciendo enfadar a los viejos mientras se jugaban una partida de dominó. Así era el Manuel Galera que pasaba destacado, junto a Gómez del Moral, por el pueblo de Priego de Córdoba en aquel 13 de febrero de 1972. La carretera estrecha y con muchas curvas, ambos corredores deseaban ser los primeros en aquella etapa. Para el veterano Gómez del Moral por que el fin de etapa era en su pueblo y sabía que el mejor regalo que debía hacer a sus paisanos era ganar la carrera, para Manuel Galera el día era importante por que si puntuaba en el Puerto del Mojón nadie podría ya quitarle el liderazgo de la Montaña en la Vuelta Andalucía.
La cuesta apareció tras una curva, la carretera se hizo aún más estrecha y sinuosa, al fondo en la lejanía se podía apreciar la meta volante y Manuel sintió mucha vida en su interior. Estaba seguro que lo lograría, respiró fuerte, si es que aún se podía respirar más, cambió de marcha y ésta no entró. Que fatalidad, pensó. Volvió a intentarlo y algo crujió inmovilizando repentinamente y de golpe la bicicleta. No tuvo tiempo para reaccionar y cayó de cabeza, dándose un enorme golpe en la sien que le resultaría fatal.



Joaquín Galera
Al escribir este libro he tenido momentos muy agradables y dichosos conforme he ido conociendo poco a poco la historia, las costumbres, la vida y los personajes de Armilla. Pero quizás lo más satisfactorio haya sido tratar a un hombre como Joaquín Galera. Definirlo en pocas palabras sería difícil, además, ¿ quienes mejor que los armillenses para calificarlo?. Voy a intentar en pocas líneas narrar la historia de este deportista que en sus días se codeó con los más grandes genios que haya dado el ciclismo, y que no fue uno de ellos por razones del destino.
A igual que su hermano Manuel, Joaquín también nació en el pueblecito de Baul, sólo que tres años antes, un 25 de marzo de 1940. Joaquín apenas recuerda aquellos primeros años de su infancia, sus primeras evocaciones se producen viviendo ya en Armilla, su pueblo.
Escribir de Galera, es escribir sobre el deporte. Desde sus años más infantiles ya le atraía todo lo relacionado con el deporte. Eran años muy distintos a los actuales, la práctica de cualquier ejercicio es casi fundamental en la vida cotidiana. En aquellos años en que Joaquín se iniciaba en el deporte tan sólo se podía acceder a éste mediante el fútbol, y a Joaquín le apasionaba. Sus primeros regates fueron en las eras del pueblo, con uno de aquellos balones de piel gruesa y rugosa típicos de la época. Pero Joaquín deseaba algo más y se esforzaba a diario con sus compañeros en perfeccionarse. Sabía que conseguiría que el "Mister" del Arenas de Armilla se fijase en él. Y no se equivocaba, pues a los pocos años jugaba como medio en el equipo principal.
También por aquellos años al igual que tantos adolescentes, tuvo que ponerse a trabajar para ayudar al padre a soportar la dureza de los tiempos. Su primer trabajo, que recuerda con un gran cariño, fue de hortelano en un campo de patatas, tenía tan solo doce años. Y me contaba Joaquín, en una de las muchas conversaciones que mantuve con él, que ganaba un duro, y no sabía precisarme si a la semana o al día.
Por aquellos años, descubrió que existía algo, aparte del fútbol, que le atraía terriblemente, eran las bicicletas de carrera. No recuerda cual fue la primera ocasión en que se fijó en alguna de ellas. Aunque supone que sería en algún noticiario del NODO en que vio ascender por las carreteras como si de un meteoro se tratase a Bahamonde, o quizás en alguna de las pocas carreras que se celebraban por aquel entonces en Granada. El hecho es que decidió comprarse una, pero era imposible con el dinero que percibía. Tendría que buscar un trabajo adicional, y lo encontró como repartidor de patatas en las tiendas.
Los que siguieron fueron unos meses sin descanso, en los que Joaquín no podía permitirse un momento de tranquilidad. La bicicleta costaba mucho dinero, y sobre todo muchos sacrificios.
<<‑‑Aquella primera bicicleta‑‑ me contaba Joaquín ‑‑ fue toda una Odisea, hube de comprarla pieza a pieza y luego ir armándola. No recuerdo los meses que tardé. Lo que sí recuerdo era cómo, al finalizar las jornadas de trabajo, me acercaba a la tienda y un día compraba los cambios, otro el manillar, y así poco a poco. >>
Una mañana de domingo comprobó que el esfuerzo había valido la pena, y que ya tenía aquella bicicleta fruto del sacrificio y la constancia.
Pedaleó hasta el límite de sus fuerzas, y pensaba mientras lo hacía que era tan veloz como el viento, en la carretera no había ciclista que lo pudiese alcanzar. Las cuestas apenas se notaban, y en las bajadas no rodaba, volaba. Su sueño era toda una realidad.
Le gustaba paladear aquellos entrenamientos que organizaba en sus días libres de bajada a Motril. Qué sensación la de recibir en su cuerpo la calidez de la temperatura de la costa, o la impresión a la vuelta de sentir el poder de sus piernas al subir aquellas pendientes inacabables.
Aquel año corrió por libre en sus carreras, tan sólo tenía el ánimo de sus vecinos, de sus amigos. Corrió una carrera en el Zaidín, la primera, y quedó tercer clasificado.
La ilusión era muy grande en el muchacho, no le importaba tener que levantarse de madrugada para entrenar, aunque después tuviese que ir a poner ladrillos y hacer cemento en la obra donde trabajaba. Meses atrás había dejado el trabajo de repartidor de patatas por el de albañil, pues le era más rentable. 
Participaba en todo, lo de menos era ganar, aunque casi siempre lo hacía. Entre las victorias que recuerda con más estima de aquella época es la Subida al Parque de Invierno. Quedó primero, y recibió un buen premio en dinero.
<<‑‑ Aunque trabajaba en la construcción ‑‑ me contaba‑‑ me era más rentable correr y entrenar. Pues nada más que con llegar en una carrera en los primeros puestos de la clasificación, me hacía ganar mas dinero que si hubiese estado trabajando toda la semana. De hecho, como albañil estaba ganando unas trescientas pesetas cada semana, y como corredor obtenía unas mil quinientas pesetas siempre que me colocara en una buena posición. >>
Se acercaba el momento de hacerse profesional, pero aún había que atar varios cabos. Entre ellos, consolidarse algo más como amateur, y para ello le era imprescindible poseer una buena "máquina". Pero una bicicleta para profesional costaba mucho dinero, y él no lo poseía. Antonio Almazán, un mecánico de bicicletas, trajo una de Barcelona y se la ofreció, era la que necesitaba y valía un dinero que no tenía. Por ello se dirigió al Presidente de la Federación de Ciclismo de Granada, Don Antonio Rodríguez, para que lo orientara en la forma de poderla conseguir. El buen Presidente que siempre estaba dispuesto a ayudar a cualquier ciclista le prestó el dinero, Joaquín recuerda este hecho con profunda emoción.
Es en 1.961 cuando Galera ficha en un equipo de profesionales, concretamente con el Kas. En este mismo equipo se encontraba también el corredor de Alhama de Granada, Gregorio Jiménez Quiles, ambos ya se conocían e hicieron una buena amistad. El sueño de Joaquín se había hecho realidad, ahora tan solo debería dar todo lo bueno que llevaba dentro de sí. Y en Joaquín era una labor fácil, pues siempre y a lo largo de toda su vida, ha entregado lo mejor de él para los demás.
Al siguiente año, de nuevo cambió la vida del corredor, esta vez era por el Servicio Militar. El destino fue Pamplona y la suerte estuvo de su parte. El ambiente del cuartel y los mandos lo apoyaron en todo lo que pudieron. Gracias al comandante y al teniente coronel, Joaquín pudo continuar con sus entrenamientos y no tuvo la necesidad de rechazar la oferta que le hizo el equipo Licor 43. Aunque en ese mismo año fichó además por Pinturas Ega de Vitoria.
<<‑‑ Tenía que trasladarme muy a menudo desde el Cuartel hasta Vigo para cobrar la nómina de ciclista. Eran muchos los kilómetros que hacía en la bicicleta para tal fin‑‑ nos cuenta Galera‑‑ pero valía la pena.>>
En aquella temporada Galera pudo correr su primera Vuelta a España, pero debido a un malentendido del jefe de equipo que pensó que no darían permiso a su corredor, lo reemplazó por dos ciclistas franceses.
Una vez finalizado el Servicio Militar, y hasta el día de su retirada fueron años de una gran actividad ciclista. Participó en todas las pruebas más importantes, incluido Giro y Tour, en esta prueba reina ganó una etapa. Pero las verdaderas proezas y victorias de Joaquín Galera transcurren en las subidas, era uno de los mejores escaladores de la época. En los periódicos han quedado buenos testimonios de aquellas escapadas, subiendo al Arrate, aquellas victorias en la Reineta, o aquellas emocionantes y sufridas escaladas al Naranco o a los Valles Mineros. Siempre se podía ver al armillense en primer lugar camino de la victoria.
En las subidas al Naranco logró batir el record que ostentaba el héroe de su infancia Bahamondes. Fue la subida más llena de emoción, angustia y sufrimiento que Galera podía imaginar. Conocía muy bien la superficie que había que correr, sabía perfectamente cuando debería atacar, pero también sentía el peso de la responsabilidad. En el primer kilómetro y medio escapó del grupo, faltaban tres largos kilómetros interminables, había que administrar bien las fuerzas para no sufrir ningún desfallecimiento. Consiguió llegar el primero a la cima, ahora tan sólo quedaban algo más de mil metros de bajada hasta la meta, era cuestión de meter la cabeza entre el manillar, y volar. Y voló y batió un record que hasta entonces había estado en poder del gran Bahamonde. Esas eran las gestas de Joaquín, gestas que se repetirían en distintas ocasiones, como en la que llegó pinchado a la meta tras recorrer cinco kilómetros con tan solo una rueda en buenas condiciones.
La carrera de Joaquín se interrumpió el día en que su hermano Manuel sufrió el accidente fatal. Tardó cerca de dos años en poder volver a montar una bicicleta, cuando lo hizo fue para promocionar algo tan hermoso como el memorial "Manuel Galera", que se corre todos los años en Armilla y ha llegado convertirse gracias al esfuerzo de este hombre en uno de los certámenes más conocidos a nivel nacional.
Pero no acaba la labor de Joaquín con esta obra, posteriormente crea y dirige una de las Peñas Ciclistas más conocidas de Granada,"Peña Ciclista Joaquín Galera", en la que se inician niños y muchachos amantes del deporte de las dos ruedas y que sueñan, al igual que un día lo hizo su maestro, en hacerse profesionales y correr las grandes vueltas.


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