Me contaba el otro día un buen amigo, empresario y buen
profesional de la publicidad, un hecho digno de recoger en esta página. A uno
de los protagonista lo llamaremos por su propio nombre: “ Aguas de Lanjarón”,
esa empresa de la que todos no hemos sentido orgullosos en alguna ocasión por
ser algo tan allegado y de
nuestra tierra, y que tras la conversación con mi amigo he empezado a
despreciar. Espero que muchos de ustedes
que actualmente beben “Aguas de Lanjarón” dejen de hacerlo como forma de
revindicar a la buena educación.
La historia surgió en el despacho de mi amigo, al que le habían ofertado un buen negocio publicitario a llevar en Granada para algunas sociedades de cierta importancia. Él que era de los que siempre tenía “Aguas de Lanjarón” presente en su agenda para cuando llegase una buena ocasión, decidió llamar a su director comercial para que ofreciera el producto al departamento de marketing de la firma. El director comercial de la pequeña empresa, sin perder tiempo, se puso raudamente en contacto con una joven responsable de “Aguas de Lanjarón” y le explicó a grandes rasgos el posible negocio. Ésta todo un encanto de cordialidad, atención y saber estar concertó una entrevista para dos días después. Y el ejecutivo publicista se lo hizo saber a su jefe, que todo entusiasmado y feliz decidió personalmente a la cita. Iba a valer la pena, sería un buen contacto y tendría ocasión para poder conocer de cerca al personal de “Aguas de Lanjarón”.
Llegó el día en cuestión, y soñó en que llegase el momento de exponer los temas publicitarios conjuntamente con su director comercial. Se imaginó mientras llegaban a los despachos de “Aguas de Lanjarón” a unos buenos profesionales que le escucharían con toda deferencia y que con posteridad decidirían sobre el asunto en cuestión.
Entraron en las oficinas y se acercaron a la recepcionista para darse a conocer y confirmar la cita, pero desde la misma recepción les informaron que la señorita encargada de recibirles se encontraba ocupada y no podía atenderles. La desilusión de mi amigo y de su ejecutivo fue total. Y esa desilusión que en un principio fue de tristeza por la falta de consideración hacia sus personas, se convirtió en los minutos posteriores en rabia.
Rabia ante la mala educación de la ejecutiva de “Aguas de Lanjarón” por haberles hecho ir y no atenderles, rabia por la insensatez de la joven, por su inexperiencia e inconciencia de no saber valorar el tiempo de sus semejantes, que podría ser más costoso que el suyo propio; rabia ante la falta de profesionalidad de la empresa “Aguas de Lanjarón” por contratar ese tipo de individuos y rabia de saber que todos los granadinos bebemos orgullosamente agua de una empresa que ni tan siquiera se molesta en estar en contacto con nuestra sociedad. Pero eso será tema para otro día. Mientras tanto, espero que por el bien de la firma, “Aguas de Lanjarón” tome cartas en el asunto y sepa enseñar a sus empleados, no tan sólo a producir una de las mejores aguas de Europa, sino a tener cortesía y educación para con aquellos que la visitan.
Yo, mientras tanto, me pasaré a la competencia y beberé cualquier tipo de agua que no sea “Aguas de Lanjarón.
La historia surgió en el despacho de mi amigo, al que le habían ofertado un buen negocio publicitario a llevar en Granada para algunas sociedades de cierta importancia. Él que era de los que siempre tenía “Aguas de Lanjarón” presente en su agenda para cuando llegase una buena ocasión, decidió llamar a su director comercial para que ofreciera el producto al departamento de marketing de la firma. El director comercial de la pequeña empresa, sin perder tiempo, se puso raudamente en contacto con una joven responsable de “Aguas de Lanjarón” y le explicó a grandes rasgos el posible negocio. Ésta todo un encanto de cordialidad, atención y saber estar concertó una entrevista para dos días después. Y el ejecutivo publicista se lo hizo saber a su jefe, que todo entusiasmado y feliz decidió personalmente a la cita. Iba a valer la pena, sería un buen contacto y tendría ocasión para poder conocer de cerca al personal de “Aguas de Lanjarón”.
Llegó el día en cuestión, y soñó en que llegase el momento de exponer los temas publicitarios conjuntamente con su director comercial. Se imaginó mientras llegaban a los despachos de “Aguas de Lanjarón” a unos buenos profesionales que le escucharían con toda deferencia y que con posteridad decidirían sobre el asunto en cuestión.
Entraron en las oficinas y se acercaron a la recepcionista para darse a conocer y confirmar la cita, pero desde la misma recepción les informaron que la señorita encargada de recibirles se encontraba ocupada y no podía atenderles. La desilusión de mi amigo y de su ejecutivo fue total. Y esa desilusión que en un principio fue de tristeza por la falta de consideración hacia sus personas, se convirtió en los minutos posteriores en rabia.
Rabia ante la mala educación de la ejecutiva de “Aguas de Lanjarón” por haberles hecho ir y no atenderles, rabia por la insensatez de la joven, por su inexperiencia e inconciencia de no saber valorar el tiempo de sus semejantes, que podría ser más costoso que el suyo propio; rabia ante la falta de profesionalidad de la empresa “Aguas de Lanjarón” por contratar ese tipo de individuos y rabia de saber que todos los granadinos bebemos orgullosamente agua de una empresa que ni tan siquiera se molesta en estar en contacto con nuestra sociedad. Pero eso será tema para otro día. Mientras tanto, espero que por el bien de la firma, “Aguas de Lanjarón” tome cartas en el asunto y sepa enseñar a sus empleados, no tan sólo a producir una de las mejores aguas de Europa, sino a tener cortesía y educación para con aquellos que la visitan.
Yo, mientras tanto, me pasaré a la competencia y beberé cualquier tipo de agua que no sea “Aguas de Lanjarón.
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