En México contrajo la fiebre malaria y después de ponerse bien y recorrer varias leguas, un fotógrafo le adelantó una gratísima sorpresa. Montado en Mancha, no reparó en la multitud que se había dado cita para recibirlo y abriendo el círculo que formaba la gente, corrió hasta dar con un viejoconocido… Era Gato.
Tschiffely olvidó todos los agasajos en su honor y corrió a abrazarse al cuello del “amigo”, frotándole la frente, tal como lo había hecho durante interminables kilómetros. Cuando Gato vio a Mancha, lanzó un relincho bajo, abrió sus fosas nasales y movió un poco el belfo superior. Los dos caballos se unieron, en tanto Tschiffely comprobó que el accidente no le había dejado marca alguna.
La travesía mexicana duró algunas semanas y al cabo de ellas cruzó el puente internacional de Laredo, encaminándose hacia los Estados Unidos. Los “tres amigos” recorrieron casi al trote Texas, Oklahoma y los Ozarks hasta St. Louis. Allí dejó nuevamente a Gato, dado que era imposible viajar con dos caballos por carreteras de intenso tránsito. El noble Gato quedó esta vez en poder de un hombre rico y muy afecto a los caballos.
Después de cruzar el río Misisipi, siguieron por Indianápolis, Columbia a través de las montañas Blue Ridge y las llanuras de Cumberland, hasta que una aparición en el horizonte, hizo despertar a Tschiffely de su largo y fatigoso sueño de más de dos años. Allí, muy cerca, se alzaba la cúpula del Capitolio de Washington.
La idea primitiva del esforzado raidista fue concluir su peregrinaje en Nueva York, pero luego de experimentar dos accidentes con automóviles en los caminos de Washington, donde permaneció unas semanas, resolvió dar por concluida allí su aventura. Embarcó a Mancha hacia Nueva York y ambos hicieron la travesía en ferryboat. El caballo quedó alojado en Fort Jay, en Governor’s Island y el jinete aceptó la invitación del Club del Ejército y de la Armada, instalándose allí. Días después fue recibido en el municipio neoyorkino por el alcalde Jimmy Walker, quien le confirió la medalla de la Ciudad de Nueva York, en una ceremonia a la que asistió el embajador argentino, doctor Manuel E. Malbrán.
Luego de los agasajos que le brindaron en Nueva York, Tschiffely se dirigió en busca de Mancha y posteriormente de Gato que estaba en St. Louis, permitiendo que ambos ejemplares fueran exhibidos durante diez días en la Exposición Internacional de Caballos, que se realizó en el Madison Square Garden.
De regreso a Washington, el presidente Calvin Coolidge le confirió el honor de recibirlo en la Casa Blanca. En su transcurso, le felicitó por el buen éxito de tan singular hazaña y el dejó en manos del primer ciudadano estadounidense unas hermosas boleadoras en nombre del Club de Oficiales Retirados del Ejército y la Armada argentinos.
La fortuita causa de ser invitado por la Sociedad Geográfica Nacional (National Geographic) para pronunciar una conferencia en Washington sobre su viaje, salvó la vida de Tschiffely, Gato y Mancha. Puesto que al demorarse la partida hacia Buenos Aires, despreció tomar pasaje en el “Vestris”, que días más tarde provocara con su naufragio, la muerte de más de cien personas.
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