A Encarna
Muy cerca del municipio de Granada, a tan sólo tres kilómetros de distancia, se encuentra la población de Armilla. Si tomamos la antigua carretera de Bailén‑Motril llegaremos, si la circulación nos lo permite, en poco minutos, al pueblo. El término municipal de Armilla se halla enclavado en el llamado cinturón de la Vega Alta de Granada, en la llanura izquierda del río Genil. Es de una extensión superficial de algo más de cuatro kilómetros cuadrados (4.237) y su orografía es totalmente llana, encontrándose a una altura media sobre el nivel del mar de 663 metros.
Las fuentes históricas de Armilla son oscuras y poco precisas. Sabemos que ya existía como villa antes de la ocupación romana. Aunque, los primeros vestigios que poseemos son árabes. El significado etimológico de la palabra Armilla procede del latín y su traducción al castellano es "brazalete o pulsera". Nos relataba Tito Livio que la armilla era una distinción que se les hacía a los soldados romanos como recompensa. Tal costumbre la heredó este pueblo de los sabinos, y se podía conceder las veces que hiciera falta siempre que estos hubieron realizado una hazaña que lo dispusiera. La armilla era la condecoración que caracterizaba habitualmente a la tropa, es decir, a los centuriones, suboficiales y soldados. Las clases sociales superiores y los oficiales eran recompensados con otra distinción, la cornícula.
El término municipal de Armilla limita al Norte y al Este con el término municipal de Granada, al Sur con el municipio de Alhendín, al Oeste con el término municipal de Churriana de la Vega y al Suroeste con el término municipal de los Ogíjares. En los dos extremos del pueblo podemos encontrar dos Polígonos Industriales, uno de ellos situado en la parte Norte y el otro en la parte Sur.
Armilla es una de las poblaciones de la provincia de Granada que más transformaciones a nivel industrial ha tenido en los últimos años, esto es positivo y se debe sobre todo a la gran capacidad de reforma existente en sus gentes. Además la cercanía de Granada ha incidido en que muchos negocios instalen sus industrias o almacenes en los polígonos anteriormente mencionados. Como consecuencia, la mayoría de los vecinos del pueblo, que hasta hace una década, eran agricultores, actualmente son artesanos o industriales. La industria que más caracteriza al pueblo es la de la construcción e inmobiliaria. En Armilla la construcción aumenta día a día. En torno a la población se edifican casas unifamiliares, aprovechando unas ventajas que no se encontrarían en Granada, tales como un suelo más económico, la posibilidad de poder disfrutar de zonas verdes, la ausencia de ruidos y la facilidad de comunicación con la capital.
Por estos motivos la agricultura ha pasado a ser una fuente de riqueza secundaria. De todas formas, aún existen zonas de cultivo que, por desgracia para el pueblo, están muy parceladas, siendo esto una gran desventaja a la hora de comercializar los productos.
El fenómeno más espectacular acaecido en Armilla, es el incremento de población que ha tenido en los últimos años. Mientras otras localidades vecinas han ido con los años perdiendo o manteniendo simplemente el vecindario, Armilla ha cuadriplicado sus habitantes. La tasa de población actual oscila alrededor de los catorce mil habitantes. Muchas familias granadinas buscaron algo tan fundamental para la vida actual, como la calidad de vida. En Armilla es fácil conseguirlo, pues se puede disfrutar de todas las ventajas que un pueblo nos depara y tener la ciudad al lado.
De la historia de Armilla anterior y posterior al Imperio Romano se desconoce casi todo. Existe la creencia que pudo ser una villa de escasa población y que se forjaría por la necesidad de tener los dominadores zonas para las concentraciones de tipo militar, similares a las halladas cerca de Pinos Puente e Íllora, así lo atestiguan los hallazgos de inscripciones ilurconenses. Pero también los musulmanes legaron un rastro importante a Armilla que, siglos posteriores, perfeccionarían al máximo: las acequias, los trazados de riego más revolucionarios de aquellos tiempos, aún vigentes en la actualidad de la Vega de Granada.
La verdadera historia de Armilla comienza a conocerse en la época de dominación árabe. Es en esta etapa cuando el municipio comienza a florecer económicamente. Con la venida de los sarracenos llega la cultura a la Península Ibérica. Armillat al‑Aflum o Armilla del Río, que fue la denominación del pueblo, durante los ochocientos años de califato, tiene un papel destacado dentro del Reino de Granada. Sirviendo de paso de mercaderes hacia la costa, y, sobre todo, al ser una zona muy rica en cultivos, ya que la buena tierra de labor y regadío hace que germinen frutos de una calidad superior para el tiempo.
Los armillenses de aquellos años supieron aprovechar las largas etapas de paz y sacarle al lugar los máximos rendimientos. Fue en ese período cuando surgió la conocida industria de la seda. Andalucía fue la primera región en Europa donde prosperó la sericultura. En los Siglos XI, XII y XIII el Reino de Granada surtía a los cristianos de todos los enseres que de la seda se derivaban. Pero es en las postrimerías del califato, a finales del Siglo XV, cuando la seda toma un gran desarrollo, denominándose como “la industria del velo”.
Mientras los artesanos armillenses tejían primorosamente sus sedas, algo muy importante se estaba fraguando en las fronteras del Reino. Había llegado la gran máquina militar castellana, que ya nada ni nadie podía detener en las inmediaciones del tan deseado Reino de Granada. Las huestes cristianas van destruyendo y arrasando a su paso todo lo que impide la reconquista. Los campos de Moclín y sus cosechas son desmantelados. Los árboles se talan indiscriminadamente. Los castellanos van sembrando las ricas vegas granadinas de pobreza, angustia, suciedad, fuego y muerte. Es la otra cara de la civilización que pocos años más tarde descubriría el Nuevo Mundo.
Todos estos acontecimientos influirían muy negativamente en Armilla. En las cercanías los ataques son constantes entre ambas facciones. Los cristianos desean apoderarse a cualquier coste de la torre de Alhendín, consiguiéndolo tras una encarnizada acometida. En la retirada los musulmanes fueron perseguidos ferozmente por los Llanos de Armilla. Los campos fértiles se siembran de cadáveres regados por sus propias sangres. Son días difíciles para el Reino de Granada y para su rey nazarí Muhammad XI, Boabdil.
La Reconquista va tocando a su fin, los Reyes Católicos deciden acelerar el proceso poniendo cerco a Granada, en el que entró a formar parte por su proximidad, la villa de Armilla. Fueron días difíciles para la zona. El hambre apresuró la evolución de los tristes acontecimientos para el pueblo nazarí que, como resultado, concedió la Capitulación de la ciudad. Era un 25 de noviembre de 1491. Los Reyes Católicos ofrecerían salvoconductos de salida, tanto a la familia Real Nazarí como a los ciudadanos que lo deseasen.
Una vez sofocado el tumulto, a que dio lugar la noticia de la entrega de la ciudad a los cristianos, Boabdil desalojó la Alhambra y se encaminó al encuentro del Rey Católico. En las proximidades de Armilla ambos monarcas coincidieron, el Rey Muhammad XI entregó con dignidad y humildad las llaves de la ciudad a don Fernando, diciéndole:
-Gozad Majestad, muchos años del mejor Reino del mundo, es la voluntad de Dios. Espero que os traiga más venturas que a mí.
Corría un 2 de Enero de 1492. Ya finalizado el triste acto, Boabdil continuó hacia Armilla, donde se encontraba la Reina Isabel. Se reunieron en el pueblo ambas realezas, y en acto la Reina Católica entrega a Zoraya, esposa de Boabdil, al hijo prisionero que retenía como rehén.
En este día finalizaron para los armillenses ochocientos años de su mejor historia y cultura. Como único vestigio de la estancia árabe tan sólo queda en el pueblo un “Aljibe”, situado junto a la Iglesia de San Miguel Arcángel, pero, debido a los tiempos de gran urbanismo que impera, ha sido tapado al construirse un bloque de edificios, me contaba un anciano del pueblo que llegó a conocerlo.
‑Los viejos del lugar ‑me dijo‑ lo recordamos perfectamente. A él iban a recoger agua las mujeres de las familias más humildes. Era un agua que venía de la Acequia Gorda. En aquellos tiempos aún no se encontraba contaminada, como la de hoy día...
Tras la expulsión de la corte nazarí, pocos fueron los armillenses que decidieron abandonar sus tierras, las capitulaciones habían sido muy favorables. Existía una cláusula para los vecinos en la que constaba que podían mantener sus bienes y sus tierras, con una única imposición a la hora de vender. Era una forma indirecta, de beneficiar a la Corona Católica pues los cristianos en su mayoría eran muy buenos guerreros pero malos trabajadores. No porque no deseasen serlo, si no por que nunca habían tenido ocasión. Los árabes habitantes de Armilla respiraron tranquilidad, emprendiendo de nuevo sus actividades de tipo industrial y agrícola.
Los años que acontecieron tras la nueva etapa, fueron tristes y difíciles para estas familias de artesanos y labradores. La sociedad cristiana no deseaba bajo ningún concepto la integración con sus nuevos vecinos. Además, se decretó que habían de dejar de hablar el árabe y hacerse cristianos, una nueva forma de incomodarlos. Por ello, muchos de ellos decidieron huir hacia la Alpujarra. Otros terminarían acatando aparentemente la religión y la lengua, serían los llamados moriscos.
Es durante el Reinado de Felipe II cuando los moriscos de la Alpujarra decidirían levantarse e intentar romper el terrible yugo a que estaban sujetos. El poder de los castellanos era muy fuerte y llegarían a masacrarlos hasta el exterminio. Llegando a originarse situaciones de autentica barbarie entre dos pueblos que deberían haber sido hermanos y en cambio se convirtieron en rivales intransigentes.
Para los moriscos de Armilla, las consecuencias se harían notar muy rápidamente. La expoliación y la expulsión se decretó, aunque ellos eran moriscos pacíficos. Pero es que Felipe II no deseaba correr riesgos y era preciso alejar el peligro a un nuevo levantamiento.
A raíz de estos hechos los campos de la Vega quedaron desérticos. El vergel más rico de la Península Ibérica se convirtió en una árida y sombría extensión de tierra.
Tan solo quedarían habitando en Armilla dos familias descendientes de los castellanos que se habían establecido cuando fue reconquistada. Triste es imaginar al pueblo en aquellos días. Las calles desiertas, las casas cerradas y los campos secos. En nada se asemejaba a aquel otro de años anteriores con sus hazas verdes, las calles con sus mercadillos de especias, los niños corriendo por las veredas, el sonido de las ruecas al hilar... Ahora se había convertido en un pueblo fantasma donde las familias León y Castillo esperaban que hubiese una nueva repoblación de castellanos viejos.
Fueron veinte las familias que llegaron hacia 1574 para instalarse y formar el definitivo núcleo de población, de las cuales descienden los vecinos del pueblo. Son sin lugar a duda los fundadores de la Armilla actual. Tales como los Pérez, los Romero, los Navarro, los Fernández de Toledo, los Aguilar, los de Toro, los Hernández de Toledo, los Riaño, los Chaves, los Mosquera, los Pantoja, los López, los Morales...
Una peculiaridad poseen los actuales habitantes de Armilla, es que ninguno de ellos son descendientes de los musulmanes, aun por muy remotos que sean sus orígenes. Todos los antepasados de estas familias nacieron o bien en Castilla o en la Baja Andalucía.
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