Tuvieron que transcurrir más de diez años para que el joven periodista volviera a casarse, durante ese tiempo vivido, Clint tuvo muchos amores y desengaños, y a la par afianzó su carrera periodística. Ya no sólo escribía crónicas para diferentes diarios de ámbito nacional, sino que viajaba como corresponsal de guerra para una televisión británica, revolucionando el mundo de los reporteros al gravar y narrar con su propia cámara desde las primeras líneas del frente. Siempre la fortuna le sonrió, pues mientras compañeros eran heridos, retenidos o muertos, él salía ileso de cualquier contienda, en el argot periodístico Clint tenía ángel.
De vuelta a Londres, proveniente de un viaje a Jerusalén, conoció a una auxiliar de vuelo, su nombre era Marguerite. Con ella mantuvo la relación más estable de su vida, durante el tiempo que vivieron juntos Clint fue un hombre diferente, se instalaron en el barrio londinense de Notting Hill donde alquilaron un viejo apartamento en la parte superior de una librería y ambos compartieron la afición común de la lectura, las tardes que coincidían tras sus viajes. Fueron unos años llenos de luz y amor, en la que los días transcurrían de manera sosegada, parecían estar hechos el uno para el otro. Pero la satisfacción siempre tiene un fin y cuando más enamorados estaban, surgió la desdicha súbitamente en forma de enfermedad. Marguerite, comenzó a sentirse indispuesta, primero fue un leve constipado al que no le prestaron atención. Debe de ser, le decía la azafata, tanto cambio de clima y viaje; más adelante fueron dolores de cabeza y vértigos. Al final y tras un exhaustivo reconocimiento, supieron que padecía leucemia. Una lucha sin parangón se inició en la vida de ambos, queriendo combatir la enfermedad por encima de la cordura, no querían que aquel mal los separara forzosamente. Marguerite se sometió a todo tipo de pruebas, viajaron a Houston, se gastaron todos los ahorros en los mejores especialistas, pero no sirvió de nada. Una mañana del mes de mayo Marguerite se levantó al amanecer, se vistió unos viejos texanos y una camisa de cuadros, se colocó una antigua gorra de Nice color roja pajiza, y despertó a Clint.
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