lunes, 6 de enero de 2014

ARTÍCULO.- ARMILLA DESEMPEÑÓ UN PAPEL FUNDAMENTAL EN LA TOMA DE GRANADA Y EN LA RENDICIÓN DE BOABDIL

Una vez sofocado el tumulto, a que dio lugar la noticia de la entrega de la ciudad a los cristianos, Boabdil desalojó la Alhambra y se encaminó al encuentro del Rey Católico. En las proximidades de Armilla ambos monarcas coincidieron, el Rey Muhammad XI entregó con dignidad y humildad las llaves de la ciudad a don Fernando, diciéndole:
-Gozad Majestad, muchos años del mejor Reino del mundo, es la voluntad de Dios. Espero que os traiga más venturas que a mí.
Corría un 2 de Enero de 1492. Ya finalizado el triste acto, Boabdil continuó hacia Armilla, donde se encontraba la Reina Isabel. Se reunieron en el pueblo ambas realezas, y en acto la Reina Católica entrega a Zoraya, esposa de Boabdil, al hijo prisionero que retenía como rehén.
En este día finalizaron para los armillenses ochocientos años de su mejor historia y cultura. Como único vestigio de la estancia árabe tan sólo  queda en el pueblo un “Aljibe”, situado junto a la Iglesia de San Miguel Arcángel, pero, debido a los tiempos de gran urbanismo que impera, ha sido tapado al construirse un bloque de edificios, me contaba un anciano del pueblo que llegó a conocerlo.
‑Los viejos del lugar ‑me dijo‑ lo recordamos perfectamente. A él iban a recoger agua las mujeres de las familias más humildes. Era un agua que venía de la Acequia Gorda. En aquellos tiempos aún no se encontraba contaminada, como la de hoy día...
Tras la expulsión de la corte nazarí, pocos fueron los armillenses que decidieron abandonar sus tierras, las capitulaciones habían sido muy favorables. Existía una cláusula para los vecinos en la que constaba que podían mantener sus bienes y sus tierras, con una única imposición a la hora de vender. Era una forma indirecta, de beneficiar a la Corona Católica pues los cristianos en su mayoría eran muy buenos guerreros pero malos trabajadores. No porque no deseasen serlo, si no por que nunca habían tenido ocasión. Los árabes habitantes de Armilla respiraron tranquilidad, emprendiendo de nuevo sus actividades de tipo industrial y agrícola.
Los años que acontecieron tras la nueva etapa, fueron tristes y difíciles para estas familias de artesanos y labradores. La sociedad cristiana no deseaba bajo ningún concepto la integración con sus nuevos vecinos. Además, se decretó que habían de dejar de hablar el árabe y hacerse cristianos, una nueva forma de incomodarlos. Por ello, muchos de ellos decidieron huir hacia la Alpujarra. Otros terminarían acatando aparentemente la religión y la lengua, serían los llamados moriscos.
Es durante el Reinado de Felipe II cuando los moriscos de la Alpujarra decidirían levantarse e intentar romper el terrible yugo a que estaban sujetos. El poder de los castellanos era muy fuerte y llegarían a masacrarlos hasta el exterminio. Llegando a originarse  situaciones de autentica barbarie entre dos pueblos que deberían haber sido hermanos y en cambio se convirtieron en rivales intransigentes.
Para los moriscos de Armilla, las consecuencias  se harían notar muy rápidamente. La expoliación y la expulsión se decretó, aunque ellos eran moriscos pacíficos. Pero es que Felipe II no deseaba correr riesgos y era preciso alejar el peligro a un nuevo levantamiento.
A raíz de estos hechos los campos de la Vega quedaron desérticos. El vergel más rico de la Península Ibérica se convirtió en una árida y sombría extensión de tierra.
Tan solo quedarían habitando en Armilla dos familias descendientes de los castellanos que se habían establecido cuando fue reconquistada. Triste es imaginar al pueblo en aquellos días. Las calles desiertas, las casas cerradas y los campos secos. En nada se asemejaba a aquel otro de años anteriores con sus hazas verdes, las calles con sus mercadillos de especias, los niños corriendo por las veredas, el sonido de las ruecas al hilar... Ahora se había convertido en un pueblo fantasma donde las familias León y Castillo esperaban que hubiese una nueva repoblación de castellanos viejos.
Fueron veinte las familias  que llegaron hacia 1574 para instalarse y formar el definitivo núcleo de población, de las cuales descienden los vecinos del pueblo. Son sin lugar a duda los fundadores de la Armilla actual. Tales como los Pérez, los Romero, los Navarro, los Fernández de Toledo, los Aguilar, los de Toro, los Hernández de Toledo, los Riaño, los Chaves, los Mosquera, los Pantoja, los López, los Morales...
Una peculiaridad poseen los  actuales habitantes de Armilla, es que ninguno de ellos son descendientes de los musulmanes, aun por muy remotos que sean sus orígenes. Todos los antepasados  de estas familias nacieron o bien en Castilla o en la Baja Andalucía.

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